EL CAMBIO VA! URUGUAY

El cambio Va

¿QUIÉN MANDÓ DISPARAR?


El 6 de julio de 1973 asesinaban por la espalda a Ramón Peré.
Así lo cuenta su compañera Alicia Jaime.

Mediaban los quince días de huelga decretados por la C.N.T. , como respuesta inmediata al golpe de esdtadp dado por los militares , con la benevolente ayuda de algunos civiles, cuando ocurrieron los sucesos que hoy recuerdo.

Tiene la riqueza del saber cotidiano y popular que permite confeccionar la historia. Esa historia que no puede caer en el olvido , que se forma día a día con personas comunes , que determina el futuro de los pueblso y hace que miremos con respeto y orgullo a quienes la construyeron.
   
La dictadura, si bien quedó signada por una gigantesca huelga que le movió los cimientos y le impidió afianzarse , se vio teñida de sangre joven. Dos fueron los muertos que la marcaron y le hicieron decir : tenemos la fuerza.
   
Más adelante se demostró quer mucho lo que había, mucha gente unida, mucha estrategia para contrarrestar los golpes . Pero eso lo vemos hoy, luego de rastrear más detreinta años en el pasado, en la oscuridad que convivió con los sobrevivientes.
 
Los nombres de Ramón Peré y Walter Medina fueron los que a comienzos de junio del 73 quedaron grabados en la memoria colectiva con su sangre derramada.
  
Fueron dos ejecuciones distintas, en distintos lugares, procedimientos poco afines, pero con el mismo resultado. Dos jóvenes dejaban su vida para luchar por la libertad. Ramón , 29 años, Walter apenas un adolescente de 17 , que recién comenzaba a caminar como adulto por la vida, y se atrevió a pintar un muro con la consigna “ CONSULTA POPULAR”.
  
 En este relato intentaré armar el puzzle que significó la muerte de Ramón Peré
  
Para ello recurriré a a memoria de las personas que vivieron esos pocos años con él, a los documentos graficos y al mandato de los afectos.
 
Retrocediendo en el tiempo, llego a la versión de los familiares, que diariamente escuchaban el informativo antes de comenzar sus tareas. El siete de julio la noticia  que transmitía  las radios, en manos de los militares, eran que un estudiante había sido baleado por una patrulla militar, al contestar con un arma, la voz de alto.
   
Mi familia vivía en el interior, así recibieron la noticia. No podían creer que la persona que trabajaba,estudiaba, cuidaba a sus hijos , convencido de todo lo que creía estuviese muerto. Justo él que creía que el camino era la lucha  por la concientización de las masas, lejos estaba de disparar un arma. Muchos pensaron, debe haber una equivocación. Pero no, el comunicado N 100 lo decía muy claro.
  
Mientras en montevideo comenzaba un largo ir y venir de angustias y sorpresas. La noche del 6 de julio había sido interminable. Roerto, ( segundo nombre de Ramón y que la familia había elegido para nombrarlo) no había regresado a su casa. La llovizna cubría la ciudad. Sus hijos dormían el apacible sueño de estar cuidados por su madre. Pero tenía una corazonada, algo debe haber sucedido, si no ya hubiese vuelto. La noche anterior tampoco había venido a dormir . Cuando llegó, a la madrugada, ante la pregunta del por qué de su ausencia contestó: “ estuvimos toda la noche haciendo grampas miguelito para poder parar el transporte”. La respuesta quedó flotando en el aire. El cansancio los hizo dormir.
 
A la noche siguiente , seguía la llovizna , y las mismas expectativas de que llegara. Se iba haciendo tarde y no aparecía. Pero ya había algo más concreto. Para algo se habáin hecho las grampas.
  
Alrededor de las cuatro de la madrugada, un grupo de personas , llega a la casa. Se sienten golpes suaves en la puerta, al asomarme por el pequeño vidrio  reconozco a uno de ellos: el profesor

Estevez, de la Facultad de Veterinaria.
  
El grupo de personas que lo acompañaban cubrieron el pequeño espacio de la cocina . Estaban paralizados, nadie quería comenzar a hablar.
   
Con voz apesadumbrada , uno de ellos dijo: “tenemos que ir al Hospital Militar, una patrulla se llevó a Ramón y sólo dan datos a familiares.”

Traté de  mantenerme entera y confiando ingenuamente que podría encontrarlo contesté: “le voy a pedir a la vecina, que es como una abuela para Nancy y Andrés si se puede quedar con ellos”. 

Envueltos en frazadas atravesamos el patio para que continuaran durmiendo.

Iba callada, en un auto, con gente que conocía muy poco. Me inspiraban confianza. El trayecto de la casa hasta el hospital se hizo interminable . La oscuridad de la calle, la poca gente que se veía transitar, daban un marco de desolación , de poca esperanza, de inseguridad.
  
Me había convencido de tener la obligación de mantenerme entera porque de esa entereza dependería el devenir de hechos posteriores que ni siquiera imaginaba. Ahora, me recuerdo ,desde dentro y me veo con la cabeza levantada, con la mirada puesta en el lugar al que llegaría,un lugar no conocido. Fue raro, el miedo no apareció en mi, si la ansiedad por conocer lo que estaba sucediendo.
 
Las personas que estaban a mi lado llevaban consigo un silencio que abrumaba. Sabrían la verdad de los hechos? . Me lo dijeron en algún momento y yo cerré mis oídos para no escucharlos?.

Posiblemente por la cabeza de ellos pasaban mil ideas. Lo cierto que era el momento para no hablar de nada. En ese silencio llegamos a un enorme edificio ubicado en la Avda 8 de Octubre.
   
Subimos las resbaladias escaleras de mármol blanco de la escalera principal, con ansiedad y apuro.

Uno de ellos me acompañó al despacho , los demás quedaron afuera.
   
En la oficina, detrás del escritorio, un enorme gorila verde preguntó: “ quién es el familiar”.

- Soy yo, dije con un hilo de voz.

- Firme acá. Le vamos a entregar el cuerpo. Dijo con voz ronca.

Ahora si, no entendía nada. Roberto estaba muerto? Era eso lo que nadie se animaba a decirme? O no lo sabían?

Recuerdo las escaleras, apoyado contra el pasamano mi pequeño cuerpo, desboronado. Sentía la sensación de que no podía mantenerme parada, El brazo cálido de una compañera me sostuvo y sin palabras escuchaban los “no puede ser” , que entre sollozos era lo único que pddía decir.  Un soldado estaba firme, parado, a mi lado , haciendo la guardia, joven, inmutable.
Comenzaba el amanecer. Ahora los trámites de rutina. Comunicarle a la madre, a los hermanos , ver dónde se haría el velorio.

Confusión en los rostros, gente desconocida,vorágine, angustia.
   
Cerca del mediodía entregaroan el cuerpo. La madre de Roberto, Luisa Bardier y yo íbamos en un auto con el Rector de la Universidad.

Doña Luisa , una mujer admirable, toda su angustia de madre se volcaba en frases de consuelo para mi.

El velorio se haría en la Universidad de la República.Desde la ventana del priemer piso vimos cono de a poco la Explanada se ib rodeando de militares , la calle de carros lanza agua, de “chanchitas” . La orden era prohibir el velatorio en la Universidad. Cerca del mediodía nos trasladamos a una empresa cercana ,allí empezó a llegar la gente que se iba enterando.

Nos entregaron la ropa que llevaba cuando murió. Estaba abrigado. La bala penetró por la espalda y estalló en su corazón . El orificio fue pequeño como grande la mancha de sangre que quedó en su camisa blanca. Llevaba puesto mucho abrigo, eran muy frías las noches de invierno. Un buzo de lana, que no sé en que momentos libres le había tejido. Durante mucho tiempo , luego de remendar el hueco del balazo lo usé porque lo sentía abrigado. Llevaba un enorme saco que le regaló Bartolo , el cura de la parroquia de Tarariras, del que se había hecho muy amigo, cuando trabajaba en el liceo de ese lugar.

El anillo de bodas, con mi nombre grabado, que empezamos a usar cuano nos casamos en la capilla de mi pueblo , en una graciosa contradicción para un joven comunista, no apareció.

Era todo lo que quedaba de él en ese momento. Un pequeño paquete de cosas que le habían pertenecido.

Se hicieron los trámites de rutina.

- En qué te podemos ayudar ? Me preguntó una muchacha joven.

- Si, estoy preocupada por mis hijos que dejé esta madrugada con Doña Lola, algo raro deben sospechar.

No recuerdo quien era. Tal vez ella sí. Fue hasta la casa y al volver me dijo.” quédate tranquila la señora que los está cuidadando me dijo que estaban muy bien”.
  
Vinieron personas que no conocía, muchos familiares y amigos cercanos.. En esa confusión de hechos transcurrieron las horas, los dichos,las versiones, las incomprensiones.
  
Comenzó a correr la noticia de que en el entierro posiblemente hubiese represión. Este hecho no sucedió , pero era una de las formas de ir generando miedo.
 
Llegaron representantes de distintos sectores sociales y políticos. Hicieron guardia de honor a su féretro.

Al otro día , domingo de mañana se realizó el sepelio. Por la Avda Rivera caminaba en silencio un mar de gente.  Los familiares , los compañeros llevaron el féretro en sus manos. Sus caras de tristezam angustia, bronca, quedaron marcadas en la primera página del diario “ El Popular”
 
Llegamos al cementerio del Buceo. Allí dijeron palabras conmovidas, algunos compañeros , cuyo nombre apenas recuerdo.

Luego, alguien me dio la Bandera Uruguaya que cubría el féretro. .Cuidadosamente doblada la apreté contra mi, sabiendo que era el símbolo de su lucha, Era un domingo de invierno con un sol resplandeciente. Empezaba a caminar sin él pero lo sentía cerca.
                                  
                                                                                          Alicia Jaime Pérez
                                                                                              (2004)





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